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Una opinión personal y experiencial de la visión del mundo

Foto del escritor: Anima MysticaAnima Mystica

Muchas es veces es complicado hablar sobre el misticismo sin perder la óptica de la formación. Me encuentro constantemente hablando con personas que me narran sus experiencias místicas y casi que siento a mi cerebro funcionar en paralelo, escrutando lo que existe más allá de las palabras. Es un mal de profesión. Todos los psicólogos fuimos formados para cuestionarnos todas y cada una de las cosas que nos cuentan las personas. Es muy difícil en los primeros años de estudio de la carrera, conseguir distanciarnos de lo que somos como personas y de lo que hemos incorporado a partir de todas las conferencias en las que participamos y los libros que devoramos. El discurso del profesor (ya sea el libro o el adulto) es siempre el mismo: la esencia de la psicología es la mente humana, y ella condiciona nuestra realidad a partir de las percepciones que nos llegan por nuestros sentidos. Por tanto, partimos del principio de que la realidad no existe, lo que existe es nuestra percepción de la realidad.



Cuando esto queda establecido, entonces ya no hay vuelta atrás: somos víctimas de nuestras percepciones y raramente sujetos activos de las mismas. No somos lo que somos, sino que somos lo que aprendimos, lo que nos enseñaron, lo que vivimos; pues todo esto condiciona no sólo nuestro comportamiento, sino también nuestras emociones y sentimientos. Por este sentido, no nos enamoramos porque sí, no nos gustan determinados autores o actores porque sí, no escogemos esta o aquella profesión porque sí, no somos adictos porque sí. Todo va a tener una lógica. Todo va a tener una razón de ser. Hacemos lo que hacemos porque estamos condicionados para ello: condicionados por lo que aprendemos, condicionados por nuestro subconsciente, condicionados por nuestras necesidades. Desde la psicología, el hombre nunca va a ser “libre”.


Y está bien. Está bien reconocer que permanecemos atados a un vínculo emocional con nuestro pasado, con nuestro presente y con nuestro futuro. Está bien que sepamos que somos el resultado de todo lo que nos formaron y nos deformaron. Está bien que ahora hagamos todo lo posible por crearnos un mejor estilo de vida o por luchar contra el mercantilismo. Que cada cual utilice el sayo que mejor le sirva. Cuando realmente somos libres es cuando sabemos que no lo somos. Es en nuestra capacidad para “trabajar con lo que tenemos”, que radica la expresión de nuestro potencial. Ahí es cuando rompemos las ataduras del condicionamiento. Es verdad que hacemos lo que hacemos por un motivo – siempre va a existir una razón para todo – pero somos libres de escoger cómo y cuándo y con quién expresar ese motivo. El conocimiento de nuestros límites nos libera de la prisión del desconocimiento y del “dejar estar”, “dejar ser”, “dejar que la vida te pase por delante” sin tomarla por las riendas.


Por esta razón, cuando me hablan sobre las experiencias místicas, constantemente busco qué es lo que hay por detrás de cada una de las historias y qué motivos están llevando a la persona a contarme específicamente el evento que me está contando. El otro no lo sabe, pero secretamente voy trazando vías alternativas al relato, no sólo para comprender la historia, sino para comprender al que la cuenta. Comprender y conocer, para poder explicar. De este modo, se activa la psicóloga en mí.


¿Y cuando no es suficiente con lo que la persona dice? ¿Qué hacen los psicólogos cuando la información que nos dan nos llega por pedazos, en momentos diferentes, por vías diferentes, por estados diferentes? Llenamos los espacios en blanco en un proceso gestáltico maravilloso que muchos llaman de intuición y otros de experiencia previa. Para mi es el momento en que se activa la mística. Es el momento en que comprendo no sólo lo que la persona me cuenta porque me coloco en su posición en un constante proceso de empatía y rapport, sino que consigo comprender lo que me cuenta porque puedo relacionarlo con mi propia experiencia y con la experiencia de las personas con las que he tenido el placer y el honor de experimentar el aspecto mágico de la realidad.


Sí, sé que corro el riesgo de ser diagnosticada por otros colegas, que en un ejercicio de psicología me leerán y buscarán toda la información relevante de lo que cuento, para comprender (de forma instintivo-intuitiva) qué es lo que me ha traído a aceptar la realidad mística como una realidad tan “real” como la que vemos todos los días y que nos hace sentirnos totalmente cómodos porque la conocemos. ¿Verdaderamente la conocemos?


La realidad mística es tan real como el mundo que nos rodea. La diferencia está en aceptar el mundo de las vivencias místicas y aprender. Aprender que todo debe ser cuestionado, así como nos cuestionamos cada una de las acciones que realizamos. Como nos cuestionamos cualquier evento de la vida. Aprender que sólo a través de la duda es que crecemos y somos capaces de incorporar cosas nuevas. La diferencia está en que yo he escogido reconocer que el misticismo y todo lo que lo rodea forma parte de mi concepción del mundo y de mi filosofía de vida y eso lo hace tan real como el mar, los árboles, las máquinas, el viento, el universo.

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